Banfield fue dueño del clásico tanto en la cancha como en las tribunas, sostuvo la victoria con garra, entrega y autoridad. La fiesta en las gradas demostró y dejó muy claro quien es "capo del sur", el taladro alentó y le puso el colorido, terminó festejando a lo grande junto a sus jugadores.
Dentro del campo de juego quienes tuvieron que jugar lo hicieron, nadie se escondió y todos pusieron lo suyo. No pasó lo mismo en nuestro rival, sus jugadores no rindieron como esperaban y sus figuras trascendentales no aparecieron, como siempre. Sólo fueron un mar de lágrimas y excusas, la culpa de su derrota "fue el juego de Banfield", como sostuvo su técnico intentando explicar lo inexplicable, como su equipo se achicó y no estuvo a la altura de su rival.
La consigna del taladro era "ganar o ganar", "tenemos que ganar". Y se ganó, como es costumbre.