A los 67 años, con su calidez a flor de piel y con su voz intacta luego del mal trago que significó ese maldito cáncer, el barcelonés dio el puntapié inicial de la noche con "Hoy puede ser un gran día", seguida por sus exitosos "De vez en cuando la vida", "Penélope", "Las abarcas desiertas" y "Para la libertad". Clásicos de todos los tiempos que hicieron vibrar a los lomenses.
Luego llegó el tiempo de presentar las canciones de su disco más reciente, "Hijos de la luz y de la sombra", basado en la obra del poeta Miguel Hernández, que murió en una cárcel durante el régimen de Franco. Fue entonces cuando, tras condenar con dureza las dictaduras, se produjo el pico emotivo de la noche con la hermosa y no menos estremecedora "Nanas de la cebolla".
También se dio el gusto de cantar en catalán "Palabras de amor", tras una risueña introducción con la que justificó el uso de la lengua que mamó desde pequeño en su Poble Sec natal. "Es para todos los catalanes que encontraron su lugar en Argentina y para todos los argentinos que por esas cosas de la vida llegaron a Cataluña", explicó.
El recital, con el estadio Florencio Sola colmado y envuelto en el sueño de una dulce noche de primavera, transitó nuevamente por grandes hitos de su exquisita discografía como "El carrusel del Furo", "Tu nombre me sabe a hierba", "Mediterráneo" y "Esos locos bajitos", entre otros temas, acompañado, como siempre, por su inseparable Ricard Miralles y su generoso piano. La banda también contó con el virtuoso aporte de José Mas (teclados), Vicente Climent (batería), Israel Cuenca (guitarras), Marta Roca (violín) y Daniel Casielles (bajo).
Serrat y su magia parecían querer extender su estadía en el pretencioso escenario montado sobre la popular que da a la calle Gallo. "Si fuera por mí me quedo toda la noche, pero mi envase ya no puede más", se excusó con elegancia.
Y así, entre aplausos, se fue el Nano. Bajando la cuesta, que arriba, en la cancha del Taladro, se acabó la fiesta.
Fuente: Diario La Razón