Aquel ascenso inolvidable

Ascenso BanfieldSin duda un recuerdo que aún hoy día sigue llenando mi corazón

Fue ayer, cuando desayunamos en parada 23, una agradable confitería en la playa de Santa Teresita, vecina al camping el carmen. Fue ayer cuando esa soleada mañana de enero de 2001 veíamos por las ventanas hacia el mar, como los turistas disfrutaban de sus merecidas vacaciones. Fue ayer, cuando nos preguntábamos que hacer mientras las cucharas revolvían el humeante café y nos mirábamos entre los cuatro sin solución alguna.

Sentados en una pequeña mesa de algarrobo, en posición de partido de truco veía las caras de preocupación de Carlos Portell, Raúl Baud y de mi amigo "Lalo" Herrera, suponiendo que mi rostro expresaría los mismos sentimientos que los de ellos. Las medialunas ni se tocaron, raro teniendo en cuenta la buena pastelería de "Parada 23" y que el viento de la costa despierta el apetito. Pero en el ambiente se percibía, un clima bastante espeso. La casa aún no estaba en orden. Habíamos dado los primeros pasos para normalizar la situación económica en el club, pero la realidad decía que no teníamos un mango partido al medio y los jugadores esperaban la llegada de los dirigentes con la gran ilusión de cobrar algo de la deuda que manteníamos.



El riesgo era real, la preocupación de que abandonen la pretemporada estaba latente, el retorno a Buenos Aires parecía irreversible, pero había que afrontar la situación y allá fuimos. Llegamos a las canchas del Cadu, sobre la ruta interbalnearia, al lado del aeroclub, donde comienza el campo. Mane Ponce, el profe Insaurralde y Ramiro Logercio trabajaban intensamente con el plantel, hasta que el silbato sonó y los muchachos detuvieron su marcha. Rápidamente se sentaron en el medio de la cancha y la charla comenzó.

No era fácil encarar a ese grupo de profesionales liderados por Garrafa, el Archu y el Gato . A pesar de ello, la frase no tardó en llegar. La voz de Portell les transmitió la noticia que menos querían escuchar: "Muchachos no tenemos un mango, ustedes son profesionales y la decisión que tomen la vamos a respetar sin rencor alguno, sabemos que dejaron a sus familias en Buenos Aires y tienen la total libertad para retornar aquellos que así lo deseen. No están obligados a quedarse, el club está haciendo un gran esfuerzo para pagar los gastos de la pretemporada, pero lamentablemente hoy no podemos cumplirles con la obligación económica que habíamos asumido".

Imposible describir las miradas tensas, los ojos del Japo Santa Cruz daban vueltas sin parar. El pensamiento del Pucho Castro , mientras se tocaba su melena, diría: "¿Quién carajo me mando a venir a Banfield, a esta altura de mi carrera me viene a pasar esto?" . Pablito Del Río miraba fijo el césped como si ahí encontraría una leyenda que diga "esto es una joda". Pero lamentablemente la noticia que el presidente del club les transmitía era verdad. Banfield vivía su gran última crisis económica sin tener donde "rascar" un mango. El círculo se achico, el plantel debatía en voz baja como para que no escuchemos quien proponía abandonar el barco, posiblemente pensarían que podría llegar a haber represalias si tomaban la decisión más drástica. Los minutos pasaban, el sol justo en el medio pegaba de lleno. La hora del almuerzo se acercaba y el debate continuaba, hasta que se escucho al gran capitán de todos los tiempos, a Javi Sanguinetti decir: "Miren muchachos, si nosotros regresamos no ganamos nada, mas allá del dinero también está en juego nuestro prestigio. ¿Para qué vamos a dar ventaja?, aprovechemos la preparación de esta pretemporada y vamos a triunfar, es la única manera de salir de esta situación, si estamos todos unidos nosotros podemos lograr el objetivo mayor" , y finalizó pidiéndonos a los dirigentes que asumamos el compromiso de cancelar la deuda con la venta del primer jugador. Nos sacrificamos todos, los que nos quedamos y al que le toque irse.

Mientras el alma nos volvía al cuerpo, el Loco González con su simpatía que lo caracteriza, asintió rápidamente. El Cebolla Giménez y Mazzuco fueron los primeros en ponerse de píe. Forestello pegó un grito que sin duda alguna sería mitad bronca y mitad felicidad de ver al grupo tan unido. La foto se completaba al ver a Mané Ponce con su tierna sonrisa decir "menos mal que estos muchachos también piensan con el corazón" . Si alguien escuchaba a Raposo repetir allá vamos, allá vamos, se preguntaría en su interior ¿este muchacho que dice? Y la respuesta era fácil. Lo que decía Matías era que nadie mejor que ellos sabía del potencial futbolístico y de personalidad que tenía ese gran grupo, que había logrado armar el Gordo Cachin Blanco y que, por esas cosas del fútbol, fue el primero en irse.

La verdadera historia comenzó ese día, a pocas cuadras de la arena. Andrés San Martín fue el que partió a Unión de Santa Fe y el compromiso dirigencial se cumplió al píe de la letra con el dinero que entró del club Tatengue. Los triunfos llegaban, el invicto seguía, la magia de Garrafa Sánchez afloraba todos los partidos, el "Pibe Cantina" sonaba cada vez más fuerte, el Gato Leeb rompía redes, el querido Laucha sacaba todas.

El "cuco" en aquella epoca era Instituto de Córdoba. En nuestro estadio, y sobre la hora, resultamos airosos de un empate que hubo que trabajarlo hasta la última gota de sudor. No obstante, el resultado no daba el aire necesario para mirar una revancha aliviados. Parada difícil para ir a la ciudad mediterránea. Allí es donde nace la famosa bandera "GRACIAS POR EL APOYO" que lucían los jugadores, un homenaje a toda nuestra gente, que tenía que regresar en autos, combis y micros la madrugada de un lunes frío y lluvioso de otoño, posiblemente con las manos vacías. Grave error cometimos. Nos equivocamos, no hacía falta la bandera para amortiguar una eventual eliminación porque ese equipo no arrugaba, tenía todo: magia, furia, decisión, coraje, personalidad y por sobre todo, mucha pero mucha, hambre de gloria.

El final lo conocemos todos. Faltaba solo un paso más, tomarse la cerveza bien helada para festejar la conquista, ese logro que al principio del relato sonaba utópico e inconcebible. Llegó un domingo soleado, casi igual a aquel día de enero en Santa Teresita. Las bombas de estruendo desde las 6 de la mañana para que nadie se quede dormido. ¿Y sabés una cosa? Ese 20 de mayo de 2001 supe lo que es ser feliz.

Gracias a todos mis compañeros de comisión directiva y a los que me permitieron vivir ese día.

Gracias a esos gladiadores.

Que dios bendiga a nuestro querido Garrafa Sánchez y Alejandro Mulet, que tan pronto nos dejaron.


Viva Banfield por muchos siglos más.

Marcelo Martínez, presidente de la Agrupación el Taladro


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